Investigaciones científicas

¿Es bueno regalarle armas de juguete a los niños? Esto dice la evidencia científica

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Cada campaña navideña reabre un debate recurrente entre familias y educadores: ¿regalar juguetes bélicos a niños y niñas puede fomentar conductas agresivas? La respuesta, según la evidencia científica, está lejos de ser absoluta. Los estudios advierten que estos juguetes no determinan por sí solos comportamientos violentos, pero sí pueden activar conductas agresivas en determinados contextos.

“La evidencia científica no respalda la idea de que los juguetes de guerra conviertan a los niños en personas violentas, pero sí advierte que, en determinadas condiciones, pueden influir en la forma en que se expresan la agresión y el conflicto durante el juego”, señala Tomás Caycho, psicólogo e investigador titular de la Universidad Científica del Sur.

Uno de los trabajos experimentales más citados sobre el tema es el realizado por los psicólogos Charles W. Turner y Diane Goldsmith (1976), quienes analizaron el comportamiento de niños de cuatro y cinco años durante sesiones de juego libre. Los investigadores observaron que, cuando se incorporaban pistolas de juguete, se registraban tasas significativamente más altas de conductas antisociales, como agresión o ruptura de reglas, en comparación con sesiones donde se usaban juguetes no agresivos, como aviones.

Hallazgos similares fueron reportados por Malcolm W. Watson y Ying Peng (1992), quienes estudiaron a niños de entre tres y cinco años. Según sus resultados, el juego con armas de juguete se asoció con mayores niveles de agresión real observable, especialmente cuando este tipo de juego se daba en contextos de castigo parental.

“El problema no es el juguete en sí solamente, sino la interacción entre el juguete, el entorno y las prácticas de crianza. Debe haber obligatoriamente un acompañamiento adulto”, afirma el especialista.

Desde la psicología social, estos resultados dialogan con el denominado “efecto armas”, propuesto por Leonard Berkowitz y Anthony LePage en 1967. En su estudio, los investigadores demostraron que la simple presencia de armas podía aumentar respuestas agresivas, aun cuando los participantes no las utilizaran. Si bien este experimento no se centró en la infancia, los especialistas sostienen que refuerza la idea de que los símbolos asociados a la violencia pueden activar esquemas cognitivos agresivos.

No obstante, la literatura científica también introduce matices clave. Estudios longitudinales más recientes cuestionan la idea de que el juego con armas de juguete sea un predictor de violencia futura. Una investigación liderada por Sven Smith, Christopher J. Ferguson y Kevin M. Beaver (2018), basada en el seguimiento de más de 2,000 niños desde los cinco hasta los quince años, concluyó que la relación entre el uso de armas de juguete y la delincuencia juvenil es pequeña y estadísticamente no significativa, una vez que se controlan variables como el temperamento, el TDAH, la depresión y el entorno familiar.

Los autores señalan que simular agresividad durante el juego infantil tiene un rol limitado en la predicción de conductas delictivas posteriores, y que incluso los juegos de lucha o guerra pueden formar parte del desarrollo normal cuando existen límites claros y acompañamiento adulto.

“La principal limitación de los estudios disponibles es que muchos se basan en contextos experimentales controlados o en relaciones correlacionales, lo que impide establecer una causalidad directa. Por ello, no se puede afirmar que los juguetes bélicos generen violencia, aunque sí pueden facilitar la activación de conductas agresivas bajo ciertas condiciones” agrega Tomás.

En ese sentido, el consenso académico apunta a desplazar el foco del juguete hacia el contexto: la supervisión adulta, las normas de juego, el entorno familiar y los modelos de socialización resultan factores determinantes. Más que prohibiciones automáticas, la evidencia respalda una mirada crítica sobre cómo se juega y qué mensajes se transmiten en la infancia.

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