Notas

¿Ser delgado es sinónimo de salud?

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Durante años se ha promovido la idea de que un cuerpo delgado equivale a estar sano. Sin embargo, dos especialistas coinciden: la salud no se mide en kilos.

Por mucho tiempo, estar delgado fue sinónimo de éxito, autocontrol y salud. Pero ¿qué tan real es esa asociación? Hoy, el conocimiento científico, las nuevas prácticas clínicas y el enfoque en salud integral cuestionan esa mirada simplista.

“Históricamente tanto medios de comunicación, como la industria de la moda e incluso ciertas corrientes médicas, han promovido la idea de que un cuerpo delgado es sinónimo de buena salud. Esta asociación se ha visto reforzada por estándares estéticos occidentales que ignoran la diversidad corporal natural”, señala la nutricionista Marilyn Montejo, decana de Nutrición y Dietética de la Universidad Científica del Sur.

Desde la endocrinología, Isabel Pinedo, responsable de investigación de la carrera de Medicina Humana de Científica, refuerza esta crítica: “No, ser delgado no es sinónimo de salud. Una persona puede tener un peso aparentemente saludable, pero estar metabólicamente enferma. A eso lo llamamos delgado metabólicamente enfermo”, explica.

Este tipo de delgadez, que puede parecer saludable en apariencia, oculta condiciones como sarcopenia, resistencia a la insulina, fatiga crónica, baja tolerancia al ejercicio e incluso desregulación hormonal. “La masa muscular es un seguro de vida. Las personas con buena masa muscular toleran mejor enfermedades, accidentes y envejecimiento. Por eso es clave evaluarla siempre”, enfatiza la especialista.

Más allá del peso: lo que sí importa

¿Qué significa realmente estar bien nutrido? Para Montejo, se trata de recibir los nutrientes adecuados para que el cuerpo funcione correctamente. “No basta con comer suficiente, también importa la absorción de nutrientes, la salud del sistema digestivo y otros factores como enfermedades, medicamentos o cambios fisiológicos”, detalla.

Ambas especialistas coinciden en que el peso corporal no refleja necesariamente el estado de salud. El verdadero enfoque debería estar en indicadores como la composición corporal, masa muscular, grasa visceral, hábitos alimentarios, perfil bioquímico y hasta el estado emocional.

“Hay personas que, aunque se vean delgadas, tienen más grasa corporal de la que deberían y poca masa muscular. Eso es sarcopenia, y es una enfermedad que debe tratarse”, afirma Pinedo.

¿Los cuerpos grandes también pueden estar saludables?

Durante mucho tiempo, se ha asumido que tener un cuerpo grande es sinónimo de mala salud. Pero esta idea no solo es errónea: es peligrosa. La nutricionista Marilyn Montejo y la endocrinóloga Isabel Pinedo coinciden en que el tamaño del cuerpo no es suficiente para diagnosticar ni descartar enfermedades, y que las personas con sobrepeso u obesidad pueden —en determinados momentos— tener indicadores clínicos dentro del rango saludable.

“Una persona con mayor peso corporal puede tener presión arterial normal, glucosa estable, colesterol en rangos adecuados, si mantiene una alimentación balanceada y un estilo de vida activo. Eso no significa que el peso no importe, sino que no es el único ni el mejor indicador de salud”, sostiene Montejo.

Desde la endocrinología, Pinedo explica que existe el concepto de “obeso metabólicamente sano”, pero lo califica como una condición transitoria. “Puede que los exámenes salgan normales hoy, pero el cuerpo está luchando contra un ambiente adverso: el exceso de grasa corporal. Con el tiempo, la resistencia a la insulina y el estado inflamatorio crónico comienzan a hacer daño, incluso si aún no se refleja en los análisis”.

“La obesidad es un estado inflamatorio que afecta órganos vitales como el corazón, el hígado, el páncreas e incluso el sistema reproductor. En mujeres, por ejemplo, puede alterar la calidad de los óvulos y estar asociada al síndrome de ovario poliquístico (SOP)”, explica Pinedo.

Pero ni ella ni Montejo defienden que la solución sea obsesionarse con perder peso. Por el contrario, ambas insisten en poner el foco en los hábitos saludables sostenibles y en la diversidad corporal, sin estigmatizar a quienes no encajan en los estándares estéticos dominantes.

“Hay que dejar de asumir que una persona ‘gorda’ está mal, así como también que una persona delgada está bien. Lo importante es qué hábitos tiene, cómo se alimenta, si se mueve, cómo se siente y qué dicen realmente sus exámenes de salud”, concluye Montejo.

¿Y el famoso IMC?

Una de las herramientas más difundidas para evaluar el peso es el índice de masa corporal (IMC), que relaciona el peso y la estatura. Aunque suele usarse como referencia rápida en consultorios y campañas de salud pública, el IMC por sí solo no refleja el estado real de salud de una persona.

“El IMC no distingue entre masa muscular y grasa. Puede ser engañoso, especialmente en gestantes, deportistas o personas con mucha masa magra. También falla al identificar casos de obesidad oculta o grasa visceral elevada en personas delgadas”, señala la nutricionista Marilyn Montejo.

La endocrinóloga Isabel Pinedo coincide: “El IMC es una herramienta fácil de aplicar y útil en contextos de atención primaria o en regiones sin equipos especializados, pero tiene limitaciones. No puede ser el único criterio. Por eso se complementa con otras mediciones como el perímetro de cintura, que permite detectar acumulación de grasa en la zona abdominal”.

“Si una mujer tiene más de 80 cm de cintura, o un hombre más de 90 cm, ya hay riesgo metabólico, incluso si su IMC está dentro del rango considerado ‘saludable’. Esa grasa abdominal tiene efectos negativos en órganos como el hígado, el corazón, el cerebro y los pulmones”, advierte Pinedo.

Además, ambas expertas recuerdan que los valores “normales” en los exámenes de sangre no siempre reflejan un estado óptimo de salud, ya que muchos parámetros se definen por consenso médico y pueden ocultar cuadros en desarrollo, como prediabetes o hígado graso.

“Una persona puede tener una glucosa en ayunas de 98 y estar ‘dentro del rango’, pero eso no significa que esté bien. Ya está al borde del umbral, y con el paso del tiempo y el envejecimiento, esos valores tenderán a subir”, señala Pinedo.

Cambiar el foco

Para Montejo, es importante abandonar el peso-centrismo, es decir, la creencia de que en base al peso se puede definir la salud de una persona. “Es momento de cambiar el enfoque hacia una salud integral: alimentación equilibrada, movimiento, salud emocional y bienestar sostenido. Y, sobre todo, entender que la salud no tiene una sola forma de cuerpo”, sostiene.

Pinedo comparte una mirada similar, dado que hay más factores por considerar. “Las decisiones clínicas no deben tomarse solo mirando el peso. Se debe evaluar la historia personal, los hábitos, los exámenes y el contexto. La salud es mucho más compleja que un número en la balanza”, finaliza.

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