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¿Quiénes son los adultos mayores que tienen mayor riesgo de tener ansiedad? Un estudio lo revela

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Una investigación hecha en Lima y Callao identifica los cinco factores clave asociados a la ansiedad en esta etapa de vida.

Con el envejecimiento de la población, los desafíos para garantizar una vejez saludable se hacen cada vez más urgentes. Si bien se ha avanzado en el diagnóstico y control de enfermedades físicas, los problemas de salud mental en personas adultas mayores siguen siendo poco visibles y, muchas veces, subestimados. En ese contexto, un estudio realizado en Lima y Callao identifica los factores asociados a la ansiedad en esta etapa de la vida, una condición que puede afectar profundamente el bienestar emocional y físico de quienes la padecen.

La investigación identifica los cinco factores significativos tanto clínicos como sociales. Estos son: Velocidad de marcha lenta, consumo de múltiples medicamentos (polifarmacia), vivir solo o no tener pareja, bajo nivel educativo y falta de apoyo sociofamiliar.

“Uno de los criterios para diagnosticar fragilidad es la velocidad de marcha. Si esta disminuye, puede estar indicando problemas musculares, menos independencia funcional y, por lo tanto, mayor riesgo de ansiedad”, explica el médico geriatra Fernando Runzer Colmenares, investigador titular de la Universidad Científica del Sur e investigador del estudio.

Según Runzer, la ansiedad en adultos mayores no solo es frecuente, sino que puede manifestarse de forma más severa que en personas jóvenes. El paso a la jubilación, la pérdida de seres queridos, el aislamiento social o los cambios en la dinámica familiar son solo algunos de los factores que pueden desencadenar síntomas como preocupación excesiva, insomnio o taquicardia.

“Una persona que ha enviudado, cuyos hijos se han mudado y que empieza a tener problemas físicos, puede experimentar ansiedad sin reconocerla como tal. Es fundamental visibilizar que estos síntomas no son parte ‘normal’ del envejecimiento, sino que requieren atención”, afirma el especialista, quien también es líder del CHANGE Research Working Group de la Científica.

El estudio fue publicado en la revista científica Aging Medicine.

¿Cómo se realizó el estudio?

La investigación incluyó una muestra de adultos mayores residentes en Lima y Callao, entre 60 y 92 años, con una edad promedio de 74 años, quienes acudían de manera ambulatoria al Hospital Centro Médico Naval. Los investigadores aplicaron escalas validadas como el GAD-7 para medir síntomas de ansiedad.

Conociendo los factores a detalle

Uno de los hallazgos más llamativos es que las personas que caminan más lento presentan mayor riesgo de ansiedad. Esto no solo refleja una menor fuerza muscular, sino también pérdida de independencia.

“Cuando una persona deja de hacer sus actividades cotidianas por sí misma, pierde funcionalidad. Y eso afecta no solo su salud física, sino también su salud mental”, señala Runzer. La velocidad de marcha, medida en geriatría como un indicador clave, revela el nivel de fragilidad del adulto mayor y puede servir como señal de alerta para intervenir oportunamente.

El uso de múltiples medicamentos (polifarmacia) también mostró estar vinculado con mayores niveles de ansiedad. Esta relación puede explicarse desde dos ángulos: por un lado, la carga de enfermedades que requieren múltiples fármacos puede generar preocupación; por otro, las interacciones de los medicamentos o los efectos adversos pueden afectar el estado emocional.

“Tomar muchos medicamentos puede ser agotador. A veces genera angustia y lleva a que las personas abandonen el tratamiento. Otras veces es el propio sistema de salud el que sobremedica”, advierte el especialista. En ambos casos, un abordaje geriátrico permite revisar tratamientos y reducir riesgos.

El nivel educativo también fue un factor asociado. Personas con mayor educación tendrían más herramientas para identificar síntomas, buscar atención y adherirse a tratamientos efectivos.

“El conocimiento permite actuar. Quien ha accedido a más información puede reconocer que sufre ansiedad, acudir al médico y evitar que el problema avance”, explica el investigador. Además, mayores niveles educativos suelen estar relacionados con una mejor comprensión del sistema de salud y de los recursos disponibles.

Familia y comunidad: un soporte vital

Aunque no se trata de una regla general, el estudio encontró que vivir solo o no haber tenido pareja se asocia con un mayor riesgo de ansiedad. El estado civil influye en la frecuencia e intensidad de la interacción social, un elemento clave para la salud mental.

La falta de redes de apoyo puede retrasar la detección de síntomas, limitar la búsqueda de ayuda y aumentar el deterioro emocional. Esto se identificó en la falta de apoyo sociofamiliar como el quinto factor asociado a un mayor riesgo de ansiedad en personas adultas mayores.

“Cuando evaluamos a una persona mayor, analizamos no solo su estado físico, sino también sus vínculos. Una persona puede vivir con siete familiares y aun así estar sola. Lo importante no es solo la presencia, sino la calidad del vínculo”, señala el especialista. Promover espacios donde las personas mayores se sientan escuchadas y activas como actividades recreativas, clubes del adulto mayor o programas municipales pueden promover la socialización y el bienestar emocional.

¿Qué se puede hacer?

Según el Dr. Runzer, es fundamental que la atención a la salud mental de las personas mayores sea integral, oportuna y personalizada. En base a ello, brinda las siguientes recomendaciones, tanto para el sistema de salud como para los adultos mayores y sus cuidadores:

  • Para tomadores de decisiones y el sistema de salud

Los hallazgos del estudio evidencian la necesidad de incorporar la salud mental de las personas mayores como una prioridad en las políticas públicas y en los servicios de salud. Estas son algunas recomendaciones clave:

  • Incluir el tamizaje de salud mental en la atención primaria. Incorporar evaluaciones breves y validadas para detectar síntomas de ansiedad y depresión en las personas adultas mayores, como parte de los controles médicos regulares.
  • Capacitar al personal de salud en atención geriátrica integral. Promover la formación continua de profesionales de la salud para que puedan identificar señales tempranas de fragilidad, ansiedad y otros trastornos mentales en esta población.
  • Revisar y reducir la polifarmacia. Impulsar protocolos para identificar tratamientos innecesarios y priorizar medicamentos esenciales, a fin de prevenir interacciones adversas que afecten la salud emocional y física.
  • Desarrollar programas comunitarios sostenidos. Apoyar la creación y el fortalecimiento de clubes del adulto mayor, espacios de socialización, actividades culturales y programas intergeneracionales que promuevan la conexión social.
  • Implementar campañas públicas de alfabetización en salud mental. Informar a la ciudadanía (especialmente a los adultos mayores) sobre los síntomas de ansiedad, sus tratamientos y la importancia de buscar ayuda profesional oportuna.
  • Para personas adultas mayores, familiares y cuidadores

La ansiedad en la vejez no debe asumirse como una consecuencia inevitable del envejecimiento. Reconocer los síntomas y buscar apoyo a tiempo puede marcar una gran diferencia. Estas son algunas recomendaciones del especialista:

  • Estar atentos a señales de alerta. Preocupación excesiva, insomnio, fatiga constante, aislamiento o pérdida del interés por las actividades cotidianas pueden ser signos de ansiedad.
  • Fomentar la autonomía y la actividad física. Mantenerse en movimiento, conservar rutinas y realizar actividades recreativas o sociales ayuda a preservar la salud física y emocional.
  • Buscar apoyo profesional. La ansiedad tiene tratamiento. Es importante acudir a un psicólogo, psiquiatra o geriatra si los síntomas afectan la calidad de vida. La atención puede incluir terapia, medicación o ambas, según el caso.
  • Fortalecer los vínculos familiares. Escuchar, conversar y compartir tiempo con las personas mayores puede ayudar a reducir su sensación de soledad. El acompañamiento no siempre requiere grandes gestos, sino presencia genuina.
  • No normalizar el malestar. Sentirse triste, nervioso o ansioso por largos periodos no debe considerarse algo “normal” en la vejez. Reconocer estas emociones como una señal de que algo no está bien es el primer paso para buscar ayuda.

“La salud mental también se envejece, pero eso no significa que deba deteriorarse. Si tratamos la ansiedad a tiempo, podemos mejorar significativamente la calidad de vida de nuestras personas mayores”, finaliza Runzer.

En el estudio también participaron Gianella Grajeda-León y Victoria Azurín-Gonzales, de la Universidad Científica del Sur; Zulema Mamani-Condori, Marina A. Bustamante-Ordoñez y Fiorella Neyra-Córdova, quienes forman parte tanto de la Universidad Científica del Sur como de la Sociedad Científica de Estudiantes de Medicina de Científica; Álvaro Ñaña-Córdova, investigador de la Universidad Científica del Sur y miembro del CHANGE Research Working Group; y José Parodi, del Centro de Investigación del Envejecimiento (CIEN) de la Facultad de Medicina Humana de la Universidad San Martín de Porres.

Investigadores:

Fernando Miguel Runzer Colmenares

Contacto de prensa:

+51 962 744 069

ycollave@cientifica.edu.pe

kramirezp@cientifica.edu.pe