Ahora que el mundo está en alerta por la Mpox o viruela del mono tras la declaración de emergencia de la Organización Mundial de la Salud, es un buen momento para saber cómo era vivir con viruela en el Perú a inicios del siglo XX y cómo reaccionó la gente y el Estado ante la llegada de las vacunas.
La viruela no tenía cura y las personas que sobrevivían quedaban desfiguradas con marcas en la cara. En la sierra, donde era más frecuente, se les llamaba «cacaruñados» y en la costa «borrados».
Debido a que las personas que superaban la viruela tenían una inmunidad permanente, eran considerados como ‘buenos partidos’ para casarse porque había garantía de que no tendrían luego una de las enfermedades más temidas por esos días, cuenta el historiador Marcos Cueto.
Había diversas creencias sobre la viruela entre la población, pero, al ser una enfermedad común, las personas que la tenían no enfrentaban un marcado estigma. El nombre quechua para viruela, según Castro Pozo, era ‘tayta kapac’.
La vacuna contra la viruela llegó al Perú en 1804. Casi todo el s XIX no se usó mucho en el país. Fue en 1896 cuando se hace obligatoria la vacunación, un siglo después de que Edward Jenner experimentara con la vacuna (esa es otra historia).

Primero, la vacunación estuvo a cargo de las municipalidades y había resistencia de la población; algunos consideraban que podía transmitir la viruela u otras enfermedades. También había problemas para preservar la vacuna a buena temperatura.
Así, ya en el s XX (1908), se comenzó a multar a los padres que no vacunaban a sus hijos y a los patrones que no lo hacían con sus empleados. Una medida que no fue muy efectiva.
Al igual que en otras partes del mundo, algunos preferían adquirir inmunidad consumiendo las costras de los enfermos. Así, las personas podían desarrollar una versión ‘más leve’ de la enfermedad. En china, por ejemplo, se inhalaba el polvo de las costras.
Aunque se logró reducir los casos en las décadas siguientes en algunas zonas gracias a la vacuna, en otras se llegó incluso a usar la ‘fuerza pública’ para la vacunación, relata Cueto.
Tras crearse el Servicio Nacional de Vacunación en los 40, se triplicó la cantidad de vacunas aplicadas hasta llegar casi a los 2 millones. En 1955 se registró cero casos de viruela.
Luego, con la mejora de las vacunas, el transporte, etc., su aplicación creció exponencialmente y la viruela desapareció del Perú en 1967. En 1980, la OMS declaró que «El mundo y todos sus habitantes se han liberado de la viruela». Todo gracias a la vacuna.
Dato extra: tras la llegada de los españoles, enfermedades como la viruela causaron grandes epidemias. Se estima que 90% de la población originaria del continente pereció por enfermedades traídas por los españoles.
Ficha técnica: |
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Libro:
El regreso de las epidemias de Marcos Cueto. |