Cada hora, una persona pierde una pierna o un pie a causa de la diabetes en el Perú, según datos del Ministerio de Salud (MINSA, 2022), sumando aproximadamente 8000 casos en un año. Detrás de estas cifras alarmante se esconde una enfermedad silenciosa: la enfermedad arterial periférica (EAP), una complicación vascular que reduce la circulación en las piernas y que, si no se detecta a tiempo, puede terminar en una amputación.
Un reciente estudio realizado por investigadores peruanos en el Hospital María Auxiliadora halló que, según el método de medición empleado, la prevalencia de esta enfermedad puede variar entre 7.8% y 28.2% en pacientes con diabetes tipo 2.
El hallazgo, publicado en la revista PLOS One, plantea la necesidad de revisar los protocolos de diagnóstico utilizados en hospitales y consultorios del país. El endocrinólogo Marlon Yovera, uno de los autores del estudio e investigador de la Universidad Científica del Sur, explica que el trabajo surgió tras observar una problemática frecuente en su práctica clínica: “Muchos pacientes llegaban al hospital cuando ya había poco que hacer. La amputación era el resultado más común. Por eso quisimos encontrar formas de detectar los daños antes de que fuera demasiado tarde”.
Tres formas de medir, tres resultados distintos
El estudio comparó tres maneras de calcular el índice tobillo-brazo (ITB), una prueba sencilla y no invasiva que mide la circulación en las piernas. Dependiendo de si se toma la presión arterial más alta, la más baja o el promedio de las arterias del tobillo, los resultados cambian drásticamente.
“El pie tiene dos arterias principales, y durante años ha habido debate sobre cuál usar. Si escoges la presión más baja, encuentras más casos, porque eres más sensible al daño incipiente. Si usas la más alta, detectas menos, pero con más precisión”, explica Yovera.
Los investigadores encontraron que usar la presión más baja como referencia casi triplica los casos detectados de enfermedad arterial periférica frente al método tradicional. Esto significa que muchos pacientes podrían tener daño vascular sin saberlo, lo que incrementa el riesgo de úlceras y amputaciones.
Una enfermedad silenciosa y frecuente
La EAP se produce cuando las arterias de las piernas se estrechan por acumulación de grasa o calcio, reduciendo el flujo de sangre. En personas con diabetes, la neuropatía, pérdida de sensibilidad en los pies, puede ocultar los síntomas hasta etapas avanzadas.
“En el hospital, cerca del 70 u 80% de los pacientes hospitalizados por pie diabético ya presentan enfermedad arterial periférica”, advierte Yovera. “El problema es que muchos de ellos nunca fueron evaluados a tiempo. Las heridas aparecen cuando la circulación ya está comprometida y el riesgo de amputación es altísimo”.
Las señales de alerta pueden parecer menores: uñas engrosadas, piel fría o heridas pequeñas en los dedos. Pero ignorarlas puede tener consecuencias graves. Según el especialista, una amputación por diabetes tiene una mortalidad cercana al 50% dentro de los siguientes cinco años, además de un fuerte impacto emocional y económico para las familias. Este porcentaje de riesgo supera a muchas neoplastias y solo está por debajo del cáncer de pulmón y páncreas.
“Cuando un paciente pierde una extremidad, pierde independencia, autoestima y, muchas veces, la esperanza. Lo que queremos es evitar que llegue a ese punto”, subraya el investigador.
De la prevención a la política pública
El estudio utilizó datos del Programa Pie en Riesgo del Hospital María Auxiliadora, donde desde 2015 se realizan evaluaciones preventivas en pacientes diabéticos. Gracias a este enfoque, se busca detectar tempranamente la mala circulación antes de que aparezcan úlceras.
Yovera sostiene que los resultados del estudio deberían ayudar a precisar las guías médicas nacionales: “Las normas dicen que hay que medir la presión en el tobillo, pero no especifican qué arteria usar ni en qué casos. Nuestro trabajo busca dar esa claridad. Si se aplica correctamente, el índice tobillo-brazo puede prevenir muchas amputaciones”.
Sin embargo, advierte que aplicar métodos más sensibles implica diagnosticar a más personas y, por tanto, requerir más consultas, personal entrenado y recursos para seguimiento. “Queremos prevenir más, pero también debemos fortalecer el sistema para responder a esos diagnósticos”, enfatiza.
La investigación representa un aporte clave desde la ciencia peruana para mejorar la atención del paciente diabético. “Lo ideal es que toda persona con diabetes se realice el índice tobillo-brazo al menos una vez al año. Es un examen rápido, no invasivo y que puede hacerse incluso en consultorios con pocos recursos. Si logramos que sea parte del control rutinario, reduciremos muchísimo el sufrimiento que hoy vemos en los hospitales”, concluyó el investigador.